martes, noviembre 17

Relato: El bosque de secundaria.

Pues andaba por un foro buscando "X" cosa y me encontré con un post que llamó mi atención. Éste preguntaba si creía en la "ouíja". Me quedé pensando cuestionándome a mí mismo y me puse a buscar en mis recuerdos. Esto pasó cuando estaba en la Secundaria Benito Juárez y fue un caso muy sonado en mi época. Acababa de salír el periódico Zona Media y esto ayudó  a darle más difusión al caso.
Para ser sinceros yo viví este caso de una manera especial. Me dicen que les parecio el relato.

El bosque.


Yo siempre había sido muy escéptico en este tipo de casos. Pero tengo la obligación de narrar lo que sucedió cuando estaba en secundaria. Era allá por el lejano 1994, en el cuál estaba en segundo año. Yo llevaba una vida escolar normal, aunque siempre había sido dado a salirme de las clases, en cierta forma me aburría demasiado estar tantas horas seguidas en el aula. Era un poco hiperactivo y me gustaba irme a los campos deportivos, ya que junto a estos se encontraba un pequeño bosque de pinos. No era un bosque muy tupido ya que había sido plantado cuando se había fundado la institución por lo que todos los árboles eran iguales y muy jóvenes, separados todos como por 3 metros, formaban enormes hileras que se perdían a la vista. Este bosque artificial era perfecto a la hora del receso ya que brindaban su sombra a las bancas que nos servían para lonchar. Así se le conocía "El bosque", pero después de ciertas horas producía un silbido incesante después del crepúsculo del día, ese silbido único que produce el pino cuando es acariciado por las corrientes imparables del viento.

Yo había llevado una vida relativamente normal, sin ningún contratiempo sobrenatural que me hiciera verlo de manera temerosa. Me había servido muchas veces para escapar de las rondas que realizaban los prefectos en busca de algún ser avezado a incumplir el reglamento de la escuela. Era el escondite perfecto ya que no tenía ningún tipo de iluminación y para las noches se volvía un mundo de oscuridad. Ese día; sin embargo, el prefecto parecía haberse dado cuenta de mi presencia allí, por lo que se aventuró, tal vez consiente de que se trataba de mí(que ya les había ocasionado muchos problemas anteriormente).

Sin titubear por un momento ante el temor de ser atrapado me interné aún más con pasos sigilosos, evitando producir cualquier sonido que pudiera llamar su atención, aún así, mis desplazamientos eran rápidos. Cada vez veía más lejana aquella lámpara que hurgando entre las sombras buscaba atraparme. Esa agitación de mi corazón pasó cuando me supe totalmente a salvo de la autoridad inquisidora e hizo que mis pasos volvieran a ser serenos. En ese momento fui consciente de cuanto me había alejado de las luces y me vi totalmente envuelto en una cortina de oscuridad y ruidos.

- Que diferente se ve el bosque hoy - me dije mientras una ligera incomodidad me comenzaba a preocupar.

Había llegado casi a los límites de la secundaria y aunque antes había estado allí muchas veces, ahora me parecía un lugar tan extraño y lejano como si hubiera sido transportado por una especie de hecho mágico a un mundo de otra época, ya no escuchaba las risas y gritos normales de los alumnos que jugaban alegres en los campos. La vista tan limitada y los ruidos que ahora me parecían tan raros hicieron que mi cuerpo se estremeciera por un momento. Me quedé pasmado, temeroso de que pudiera ser observado por alguien cercano, intenté agudizar mis sentidos para saber de donde provenían aquellos, que ahora parecían murmullos.

El miedo me había abrigado por completo, y ahora éste hacía que sintiera aún más frío el ambiente, comenzó a enchinárseme la piel cuando mis oídos comienzan a darle forma a aquellos murmullos. Lentamente, más por curiosidad que por valentía, comienzo a andar en dirección a aquellos sonidos. A mi vista comienzan a tomar forma unos pequeños destellos que parecen aflorar aquí y perdiéndose para volver a asomarse por allá, figuraban moverse en un irregular vaivén.

Dudo por un instante en continuar con aquella aventura que no le estaba haciendo ningún bien a mi cordura, más, inquieto de por fin haber encontrado el origen de mi temor, me dirijo decidido aunque a un paso más sigiloso y pausado aún. Mi corazón se acongoja cuando al acercarme poco a poco voy sorteando los troncos de aquellos árboles que me separan de ese resplandor, a cada paso se vuelve más abundante y los ruidos más claros. Mientras continuo con mi marcha escucho palabras dichas con solemnidad; dichos con un tono implorador de voces juveniles y femeninas.

- ¡Dime! ¿Estás aquí? - Se escucha una voz grave, llena de resolución. ¡Te ordeno que te manifiestes! ¿Estás aquí?

Me quedo impactado completamente al ver finalmente de que se trataba todo esto. Seis chicas uniformadas formando un circulo descansan arrodilladas sobre el suelo . Todas ellas sujetan con sus manos un objeto que tienen colocado en el suelo cobre una tabla, mi mente no da crédito a lo que mis ojos ven. Iluminadas tan solo por una pequeña lámpara de alcohol parecen estar llevando a cabo un misterioso rito. Mi mente me grita escapar cuanto antes de allí, pero un extraño brazo parece haberme atrapado, es el brazo del terror que ante la atmosfera tan fúnebre me impide alejarme de aquella luz, que parece el único oasis en todo ese mar de tinieblas. Me siento impedido, me siento incapaz de actuar, me falta el valor para entrar de nueva cuenta a aquellas sombras que ahora después de lo que he escuchado las veo como un infierno que esperan atraparme.

- ¡Manifiéstate! ¡Te lo ordeno… Guaaaaaaaaaaaaa! – exhala un grito ensordecedor, un grito que lástima mis oídos y que oprimen mi corazón. Este pareciera desgarrarle la voz, al realizarlo con tal fuerza y con un tono tan grave y cuyo eco recorre cada rincón de aquel bosque.

Mi cuerpo totalmente inerte y tullido es incapaz de reaccionar de inmediato. Mi mente queda en blanco por unos segundos, que se me hacen eternos. Son los gritos y llantos de las chicas que me sacan de ese estado. Horrorizadas al contemplar aquel juvenil y atractivo cuerpo de su amiga convulsionándose en el suelo. Una de ellas intenta ayudarla, toma su cabeza y busca con su mano sacarle la lengua para impedir que se ahogue. Más su intento se esfuma y sus ojos escurren de llanto cuando ve su rostro. Un rostro totalmente transformado, con facciones monstruosas e irreconocibles y que le paralizan el alma cuando le grita más fuerte que antes en su cara. No puede soportar y se arroja hacia atrás dejándola allí tendida, cuando temblorosa, intenta impulsarse hacia atrás mientras sus pies parecen no responderle y resbalan.

Un valor inusitado me invade y me hace actuar de inmediato, corro a toda prisa buscando ser de alguna ayuda, me siento raro de actuar de esta manera que contrasta un poco con mi personalidad despreocupada. Al notar mi presencia las chicas entre angustiadas y temerosas corren, perdiéndose rápidamente en aquel bosque. Mi arrojo se pierde, cuando a paso pausado por sentirme de nuevo solo, me acerco a aquella chica que parece sufrir tanto, siento una profunda tristeza al verla arrastrarse de esa manera clavando con crudeza y sin contemplación sus dedos en el duro suelo. El acongojamiento se vuelve en pavor cuando con gran esfuerzo gira su rostro hacia mí mientras los miembros su cuerpo se restiran como si se dislocaran. Su rostro de mil formas y de rasgos demoniacos apunta hacia mi y sus ojos totalmente inundados de un color azabache se clavan como flecha en los mios.

-¡Shah-khor! ¡yeled slikha! – Me grita con miles de voces al tiempo que mis manos tiemblan sin ningún control y mis ojos se inundan de terror, mi rostro pierde todo color mientras que mi aliento se agita y mis labios se tiñen de un color violeta. - ¡Ani mitsta-er baali achi shah-khor! – continúa con el grito más desgarrador que le había escuchado, este hace que mi cuerpo se rinda y caiga de rodillas a escaso metro de distancia. Intenta arrastrarse hacia mí mirándome con aquellos ojos que parecen haberme hechizado. Una luz y pasos provenientes de mi espalda me hacen despertar de aquel letargo y de manera apresurada me incorporo y me oculto en uno de los no muy anchos árboles.

Con mi boca temblorosa y con gestos muy marcados en mi cara me asomo a ver como el Prefecto ve a la joven con asombro. Chequea de manera rápida en todas direcciones con la lámpara y alcanza a ver aquella extraña tabla en el suelo. Vuelve su atención a la chica a quien toma sin dudar en ningún momento entre sus brazos y corre a toda prisa fuera de allí.

No recuerdo bien cuanto duré en salir del lugar, me sentía muy mal, angustiado, asustado e inútil. Una amargura indescriptible me invadió apenas salí de las tinieblas de aquel infierno boscoso, esa amargura lastimaba tanto que me hizo romper en llanto. Yo conocía a aquella chica.

El acontecimiento no solo causo revuelo y temor en aquella secundaria, sino en la ciudad entera. Jamás se había dado un caso de esta índole y sobretodo que resonara tanto. Noemí se llamaba la bella chica de tercer año, que desde entonces no volvió a la secundaria y cuya casa era constantemente asediada por la prensa. El caso ocupó la primera plana toda esa semana desde el día que fue llevada a la parroquia, hasta el día en que desgraciadamente murió. Ese hecho marco a toda la comunidad, e hizo que se le tomara gran aversión a la “ouija”. A mi en lo personal me lastimó mucho, jamás volvería a ver ese bosque de la manera bella en que lo hacía. Al contemplarlo solo me inspiraba una profunda melancolía y en las noches al estar recostado para dormir no puedo olvidar su rostro que se me presenta con una imagen clara. Esa imagen infernal me robó la remembranza de su lindo rostro. Ahora al intentarlo ya no podía recordarla.


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