martes, noviembre 23

Prisionero, poema

En cantadas ocasiones que los golpes nos derriban elevamos la mirada en la busqueda de ayuda. Pero dicha condiciòn de conformismo toma tintes crònicos al grado de sentir la muerte de emociones, preguntandote en un despertar corriente porque nadie acudiò a mi llamado al notar el vacìo y las ultimas fragancias de una instintiva necesidad afectiva toman vida en un amargo lamento.




Grito entre las sombras, clamando angustiado,
imperecedera mi demanda arde,
con cruda impotencia vislumbro lo opaco
deseando mis manos siquiera un contacto,
que cimbre mi alma que vibre mi carne.
Un simple ademan o un solo desaire,
estragos y dicha que alivien mis penas,
no temo a lo amargo que su ausencia deja
ni a las dulces mieles estando con ella.
Odio solamente la callada muerte,
que asfixia mi luz, que agobia mi llanto,
escupe mis sueños, expande su manto
a un corazon tonto, cansado e inherte.
Una brisa suave que arrastra los ecos,
trayendo rumores de alejados lares.
Susurra que existen personas normales
que los hay millones como aguas en mares.
Replicante convierto mi serena suplica,
en sonoro aullido que mi fango aparte
cuestionando a Dios su abandono obvio,
solo por instinto desearia amarle.
Sospecho con eso me sea suficiente
que arrastre mi alma y desnude mi piel
mas nunca permita que vuelva con el,
ya que el abandono arrastro atado a mis pies.

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