Hoy abrí los ojos en mi habitación y una extraña sensación
me albergó, ya en otras ocasiones la había sentido, más ésta es diferente. Sentí
que algo faltaba en mi vida, no se como explicarlo, sin embargo, es algo
demasiado común. Era la necesidad de un abrazo al despertar, una muestra de
cariño en mi vida sin necesariamente ser de nuestra familia. Acariciar la satisfacción
de sentirnos importantes de una forma afectiva. Todos sin excepción necesitamos
de ello, hasta la persona mas austera de emociones necesita un estímulo que un
ser ajeno nos puede brindar. Pero hay momentos de la vida en que esa ausencia
se agrava, el cariño de nuestra familia brinda ánimos pero es necesidad
primordial del ser humano el buscar una compañía, una persona de entre tantas
que lo haga sentir realizado y que se convierta en un importante sostén para
nuestra aventura del día y si tenemos suerte de la vida misma.
No es ser vulnerables, lo primero antes de buscar amar es
querernos de una forma igual, saber que lo único que delinea el rumbo de
nuestro destino son nuestras decisiones tomadas con juicio y con un raciocinio
justo, no podemos esperar que la solución a una vida de contrastes la solucione
alguien más, debemos primero quererlo, ser mejor persona como padre, hijo o
hasta vecino. Alimentar nuestro corazón con hábitos valiosos para que así la
persona que atraigamos siquiera corresponda en algo nuestros anhelos. Todo
suena fácil, porque decirlo lo es. Llevarlo a cabo es lo pesado, porque a
cualquier edad que se analice esta posibilidad resulta una verdadera quimera,
conseguir el amor dándolo y recibiéndolo de manera equitativa e ideal lo es.
Entonces se cae en la cuestión de si la búsqueda del amor se
da en cierta etapa de la vida, si es en la vivacidad y curiosidad de la
adolescencia donde se sientan las bases para aprender a amar de manera
correcta. Si es en medio de las experiencias, de los deseos contenidos y de la
irreverencia de la juventud donde se descubre el amor de nuestra vida, si es en
la serenidad, decisión asertiva o estabilidad emocional de la madurez donde
descubrimos a ese ser especial o hasta la posibilidad de encontrar nuestra
pareja ideal se pueda dar en los momentos mas inesperados de nuestra
existencia, en esos momento que por nuestra edad imaginamos imposible tal
posibilidad. Desde mi punto de vista dicha búsqueda no termina nunca, no
podemos encasillarnos en esto para determinar si somos aptos o no para amar, si
nunca lo hemos hecho sucederá, si ya lo hicimos con fervor a la vuelta de la
esquina puede estar esperándonos ese sentimiento, porque la vida nos regala
tales posibilidades.
En un día vemos como despertamos a esa nueva emoción, a esa
calidez que nos arropa el recuerdo de una persona anhelada, la sensación de
regocijo cuando por lo menos entrecruzamos una mirada o la mas parca y sin
sentido palabra, nuestro corazón tiembla de nerviosismo lo demostremos o no,
las sonrisas se vuelven automáticas y creemos que en esa persona radica nuestra
mas felicidad pura, sin embargo, errores de la vida y decisiones cuestionables nos
apartan de ese sueño, vemos desgajarse algo tan bello muchas veces sin
apreciarlo y muchas veces somos nosotros mismos con un mar de inseguridades las
que lo propician, nuestro corazón no ve eso, no ve que hemos faltado, solo se
llena de agobio, de impotencia y finalmente de un rencor acallado que poco a
poco nos va minando para la siguiente oportunidad. Porque si, habrá una próxima,
una que esperará por nosotros en el momento más inesperado de la travesía de
esta vida que concebimos plagada de sinsabores.
Es por esto que debemos fijarnos, analizar lo que hemos
hecho en lugar de sumirnos y perdernos en la tristeza, que el análisis sea
critico mas no por eso hiriente, debemos ser capaces de sanarnos a nosotros
mismos de alentar nuestro corazón para prepararlo a la llegada de ese nuevo
amor que merece la oportunidad de recibirnos con un alma radiante, alegre y
vivaz, dejemos de acarrear penas que hacen mas pesada la carga y si encontramos
esa persona que nos hace con sus sutiles gestos vibrar nuestro ser con el mas ligero ademan o con la mas inocente sonrisa atrevámonos de nuevo a ofrecer todo sin
reservas, no quedar ariscos de sufrimientos anteriores que nos pueden privar de
al fin encontrar a nuestra compañera. La que saca lo mejor de nosotros para ofrecérselo
y la que merece cualquier tipo de esfuerzo. Aprendamos a amar antes de decir al
paso de las malas experiencias que es algo para lo que no hemos nacido, todos
poseemos esa capacidad, de complementar la vida de otra persona y a la vez con
eso complementar la nuestra. ¿La edad? No importa. Mientras que tu corazón lata
aun en el sitio y situación más inesperado volverá a cantar de gozo la melodía del
dulce amor la etapa de la vida en que te encuentres serà lo de menos. Si ves la mia, por favor, dile que espero a que tiña con su encanto mi mundo de ilusiòn.
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