Hay una frase que ya se ha inmortalizado. En la simplicidad y ternura de esas pocas palabras se esconde un mensaje al que se podría ajustar la respuesta a esta cuestión.
"Yo simplemente creo en Dios porque tengo fe"
(Nunka: FdlTyeEeMyeM)
La razón humana siempre guarda una curiosidad inherente por todo lo que no es capaz de comprender. Eso es algo real y cotidiano. Este hecho lo diferencia de todos los demás seres que habitan la tierra, lo hace un ser único y especial. Cuando su capacidad no alcanza a entender un suceso buscará darle una explicación mística, ya que al hacerlo, consigue encasillarlo bajo su control, aunque no sea directamente. El atribuírlo a un ente superior a quien puede servír, consigue darle una explicación, sin dársela en realidad; logra también controlar este hecho si acata las leyes que le asigne su Dios, que generalmente serán creadas por el mismo hombre. Todo este proceso lleva de manera intrínseca un código de comportamiento y ética que deberá ser respetado.
Este hecho creará un ser que regirá, dictará y dirigirá el actuar de la sociedad. Creará límites que, en su mayoría, buscarán los fines primordiales a los que aspiramos por instinto. Estabilidad, orden, confort y realización como sociedad y como individuos.
Si eso es Dios, no tengo porque negar su existencia, ya que como poder asegurar que ese mismo proceso de creación que parecieramos hacer de manera automática no ha sido prefijado por un ser supremo.
Será la discusión de siempre, la eterna separación de la ciencia y lo místico. Y es cuando más se conoce la ciencia que más toma fuerza su existencia. Es en los pequeños detalles de la existencia donde se puede ver la mano de El Creador.
Se estudia la creación del universo y su magnificencia y se llega a la teoría del Big Bang, ¿Cómo saber que allí no se nos manifiesta Dios? Se llega a la creación del sistema solar y allí se percibe la mano de Dios. La formación de nuestro planeta y la creación de vida, pasando de materia netamente inorgánica a seres microscópicos. La evolución que tienen las espécies y en particúlar el ser humano, convirtiéndose paso a paso en un ente de vida totalmente diferente, el habitante de la Tierra con menos defensas y menos armas para competir contra otros mejor preparados, es bendecido con un regalo que lo hace conquistador de todo lugar de nuestro planeta: su inteligencia y su libre albedrío. Podemos diferír en la forma de creación de nuestra existencia, pero debe reconocerse en todos estos hecho un brazo invisible que estuvo presente en cada uno de ellos, en especial en aquellos que representaron un parteaguas.
Cuando nos damos cuenta de nuestra unicidad en el universo y de los miles de hechos que se dieron para que estemos el día de hoy aquí hablando es cuando más toma fuerza la existencia de Dios.
Si además de estos hechos, sean acertados o no, su existencia me brinda fuerza y valor para enfrentar los retos cotidianos; si el saber que mis actos son vigilados por un ser superior que siempre verá por mi bien; si me brinda el coraje y el apoyo de su mano para alentarme y levantarme de derrotas en la vida; y si además de todo esto, me dicta las reglas morales que me harán un individuo completo, noble y más humano, entonces no tengo porque negar su existencia. El creérlo no me hace ningún daño y en cambio me regala mucho a cambio.
Saludos a Nunkita, por su inmortal frase.
tu punto de vista me parece muy interesante.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Y si, eso es lo que creo y aunque cada quien tiene su propia visiòn del mundo a final de cuentas nos inclinaremos por aquellas que nos haga sentir comodos.
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