Hay personas que en ocasiones lamentan su reacción ante un hecho, sea éste de tristeza o algarabía. Se busca ser poco expresivos en lo que sentimos por otros, ocasionando la mayoría delas veces herírlos y hacerlos preguntarse, por su misma preocupación, hasta donde pueden hacer algo ellos para cambiar esta situación. Y en cierta forma es cruel, es cruel cuando ante una desgracia se puede actuar con mucha frialdad, irradiándole poca importancia; cuando en un momento de logros y congratulaciones igualmente se raciona la alegría o simplemente cuando queremos expresar lo que sentimos no nos atrevemos.
El tema surgió en un foro y de allí me formé una reflexión que decidí traer a mi blog para poder compartirlo con ustedes, ojalá les guste y me puedan hacer saber que les pareció con sus comentarios.
Bueno, no entiendo si te refieres con la reflexión a tu persona o sólo llegó en un momento de inspiración. Para bien o para mal comprendo un poco a lo que te refieres. Al igual que Felomeno, opino que no necesariamente el tener una mente calculadora, despierta, vivaz y suspicaz represente un problema. Uno debe ser analítico en la manera en la que nos mostramos ante los demás, ya que por lo general se intenta ser un poco más cordial, modificando nuestra conducta en busca de cierta aprobación, es el instinto al ser un eslabón de la vida en sociedad. Aún personas que intentan ser auténticos no pueden evitar esta reacción de autocontrol, ya que el ser impulsivo representa un handycap en cualquier relación. Trae consigo muchos problemas, desde el momento en que intentamos conseguir empatía con personas que nos atraen, hasta con aquellos que somos conscientes que no se limitan a la hora de reflejarnos su amor; aún en estos momento tan opuestos podemos caer víctimas de nuestro propio temperamento una y otra vez.
Creo, sin embargo, que es una autodefensa. Todo individuo teme al rechazo, la burla, el fracaso y la indiferencia a la que queda propenso nuestro corazón al expresar nuestros sentimientos. Unos lo manejamos de una forma considerada aceptable, mientras que otros encontramos en la indiferencia y parquedad de un simple gesto ó ademán, la forma perfecta de no ser vulnerables. Eso es válido, creo yo. Más si vivimos en constante arrepentimiento y auto compadeciéndonos al lastimar a seres que no nos reservan sus muestras de afecto, se puede buscar ayuda para cambiar.
El miedo al rechazo es normal, es la coraza con la que se dos dotó para protegernos, pero no debe ser un obstáculo tan poderoso a la hora de entablar relaciones. Nuestro corazón debe experimentar el rechazo y la burla, pues esas caídas y tropiezos lo harán más fuerte. El aislarnos de ésta forma al desazón que nos infringen podría transformarse en algo contraproducente, al ser víctimas del desamor y la pérdida (lo cuál es indudable que ocurrirá algún día) y no ser capaces de levantarnos de nuevo, siendo abatidos por sus sobrevaloradas secuelas. Cada vez que se muestra el interior del alma conlleva un riesgo, si se nos acepta o rechaza nuestro propio temperamento se templa, se forja en algo más fuerte. Hay que permitirle a nuestro ego adquirir esta madurez.
No dejemos que un defecto como éste nos derrumbe, después de todo, en nuestra persona abundan miles de talentos y cualidades que lo opacan y abruman. Es sólo cuestión de tener la lucidez suficiente para identificar a esas personas que sean capaces de abrazar al ser completo, al ser imperfecto pero de valor inconmensurable que habita en nuestro interior.
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