miércoles, enero 27

El suicidio, ¿Es valor o cobardía?


Andaba vagando por un foro y me encontré con un tema que me llamó la atención. Hablaba del suicidio y de su detonante para llevarlo a cabo, ésta no es la temática del foro así que no piensen que lo buscaba XDD. ¿Es valentía o cobardía? Ésta es la pregunta que se hacía y me dispuse a contestar con la idea que tengo de dicho acto, más al prolongarse cada vez más mi respuesta decidí traérmelo también a mi blog para compartirlo con ustedes y me dieran su opinión de lo que les parece, no busco tener la verdad, ni tampoco imponer ideas, ya que se que es un tema que mueve sentimientos y puede dañar suceptibilidades, es por lo anterior que dejo claro que todo lo descrito es a mi criterio y a opinión personal. Espero lo entiendan y me digan que les parece.

El suicidio, ¿Es valor o cobardía?

Yo no abordaré este tema desde el punto de vista terapéutico ya que ustedes lo han hecho muy bien. A mí me gustaría hablar de lo que en si es el suicidio y los límites que considero entre la cobardía y el valor.


Como ya dijeron, para llevar a cabo el suicidio es necesario mucho valor, ya que se está acabando con lo más valioso de todo ser humano, su vida misma. Se está dando nuestra moneda más cotizada y se tenga o no la razón en el acto, llevarlo a cabo es realmente difícil. Yo no me considero suicida ni he pensado jamás en hacerlo, pero defenderé algunas posiciones de dicha acción que deben ser consideradas con diferentes matices, no sólo por la variedad de personalidades de un ser humano a otro, sino también por las diversidades culturales que le determinan un valor distinto.

Hablaré en éste último caso del Harakiri japonés, creo yo es una de las muestras de valor más grandes que puede dar un humano, no es sólo la regla dictada por su cultura, es la forma en la que su honor flagelado por la deshonra puede encontrar un modo de purificarse y renacer. Es paradójico que sea necesaria la muerte más lenta y dolorosa del individúo para sanar nuestra persona, no la física, más sí la espiritual. Habrá gente de acuerdo o no con esta antigua práctica, pero nadie puede dudar del gran valor necesario para someterse a la muerte más indeseable, un corte al estómago es la forma menos deseada para morir; sólo para recibir a cambio limpiarnos nosotros y a nuestra familia. Todo esto claro, bajo las reglas y condiciones dictadas por la antigua cultura japonesa en donde el honor, la familia y el orgullo sobrepasan el peso de los valores naturales del individuo.


Otro de los matices que tiene el suicidio es el sacrificio mismo, el dar nuestra vida por salvaguardar la de alguien más o por una causa que lo valga. Aquí se podrán poner varias categorías, pero el sacrificio en su esencia más pura y romántica es ofrecer nuestra vida, el anteponer los sueños, sentimientos y metas de otros a las propias. Es unos de los actos más nobles y que mas reconocimiento tiene en nuestra cultura, es el acto cúspide que se puede tener con un semejante, aquel que lo ofrece es enaltecido y honrado, pero aún con todo eso es dar la vida voluntariamente por las razones que fuere. Románticamente o no, estamos ofreciendo nuestro existir.


Por último quisiera poner otro de lo matices. Éste es el de desear la muerte, el de no sentirnos capaces de continuar con una vida que parece habernos dado la espalda. El sentir que la misma sociedad o las condiciones en las que nos desarrollamos no nos han dejado desempeñarnos de manera adecuada, sentir las carencias de amor, amistad o simplemente atención, esto nos hace sentir tan poco, que creemos no tener valor ni ser merecedores de nada bueno y digno de lo que regala la vida. Es un sentimiento muy cruel e hiriente, que daña al individuo de manera más penetrante y cruda que lo que podría hacerlo el daño físico, no existen metas ni anhelos, pues vivimos al día día, la soledad y depresión parece ser lo único que nos brinda el ambiente que nos reconforta ya que muchas veces ni la familia y amigos son capaces de ofrecernos lo que necesitamos con urgencia.

El sentirnos traicionados en ocasiones agrava la situación. Esto desencadena un sin fin de emociones que en la mayoría de las veces desemboca en hastío por la vida y por nuestra propia persona y que paulatinamente acarrea la muerte, la actitud descrita si podría considerarse como un problema de mentalidad, ya que todo lo anterior es sólo la percepción del individuo afectado por depresión y en este estado es muy frágil y débil su cordura. No reflexiona con claridad ni lucidez sobre su entorno y eventos que lo rodean y es donde se le debe de brindar la ayuda necesaria para que consiga superarlo.


Éste podría ser el suicidio en su estado más claro y puro, más hay otra forma que se rige casi por las mismas condiciones. Es el caso de la eutanasia, el deseo de abandonar un sufrimiento que termina con la dignidad de la persona, renunciar a seguir con un constante martirio cuando no hay nada de esperanza en su horizonte; es triste, pero una realidad. En ocasiones la vida si obliga al individuo a plantearse esa idea, no por miedo a la vida ni falta de agallas, más por la impotencia por prolongar una lucha imposible de ganar e interminable, basta conocer personas que estén sujetos a estas condiciones para no demeritar su deseo. Gente que toda su vida ha luchado para encontrarle una razón a sus vidas que consiga aderezarlas y las haga seguir, más cuando su cuerpo se consume y es imposible dar lucha también conlleva el deseo a la muerte y aquellos que lleguemos a sufrir una enfermedad de esas, descubriremos que la vida así poco tiene de bella y que la muerte significa la verdadera gloria, el verdadero escape a un mundo mejor, falto de todos los pesares. En esos momentos finales desearíamos entregar todo lo que tenemos, el cariño, la amistad, hasta simples sonrisas para tener una bella despedida y es que sabemos que desde hace mucho tiempo nuestro destino está en otro lugar donde nadie podrá acompañarnos. De la misma manera se desea la muerte, con distintos matices quizá, pero con la misma esencia.


0 comentarios:

Publicar un comentario